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domingo, 17 de mayo de 2015

Esteban de Urizar y Arespacochaga, Gobernador vitalicio de Tucumán

Don Esteban de Urizar y Arespacochaga, n. en Elorrio, señorio de Vizcaya, país vasco, y bautizado en Arrazola el 22-1-1662, Maestre de Campo, Caballero de la Orden de Santiago desde 1692, gobernador vitalicio del Tucumán  1707-1724, Capitán General y Brigadier General de los Reales Ejércitos fallecido soltero en Córdoba 4-5-1724, s.s., hijo de Esteban de Urizar y Uribelarrea, natural de Arrazola y de Catalina de Arespacochaga Itiriozaga, casados en Arrazola el 11-2-1657, nieto paterno de Martin de Urizar Urrutia, b. Arrazola, el 13-8-1619 y de Marina de Uribelarrea Aresti, b. Axpe el 23-3-1619 casados en Arrazola el 29-7-1637, nieto materno de Martín de Arespacochaga y de Domenja Itiriozaga, bisnieto paterno de Martín de Urizar y María de Urrutia

Este caballero desde joven se dedicó a la carrera de las armas, en la que se distinguió por su valor en diferentes campañas. Militó en las  guerras de Italia y Francia al lado de ilustres capitanes de los ejércitos de España, mereciendo en 1699 ser nombrado maestre de Campo de infantería de las tropas que ocupaban el territorio de Milán.

En 1701, como premio debido a su comportamiento le confió el Católico Monarca el gobierno de Tucumán, del que no disfrutó por las razones que dejamos referidas, hasta el 12 de junio de 1701, fecha en que el Cabildo de Córdoba recibió la real Cédula de confirmación de su nombramiento, conteniendo las siguientes expresiones que denotan la gran estima que le profesaba el Soberano:

He resuelto que luego incontinenti que recibáis este despacho, hagáis cese en el gobierno de Tucumán, don Gaspar de Barahona, y déis posesión pronta y efectivamente al maestre de Campo, don Esteban de Urizar, por los motivos que tengo para ello, sin que por ningún accidente, causa o razón dilatéis o embaracéis ni permitáis se embarace, enviando testimonio de haberlo ejecutado, con advertendia, de que lo contrario, me daré por muy deservido, por lo que conviene a mi real servicio y las razones que movieron mi real ánimo a esta elección, habiendo sido muy de mi desagrado lo que en contrario se ha ejecutado por mi virrey y por las audiencias de Lima y Charcas, de que he querido advertiros… y a mi virrey y Audiencias he mandado participar esta mi resolución para lo que tengo entendido y no obren cosa en contrario y vos lo observaréis sin retardación alguna, que así procede de mi voluntad”.

La confianza de su majestad en los buenos servicios que esperaba de la gestión de Urizar no fueron defraudadas, pues en los diez y siete años que la ejercitó supo desenvolverse con tal prudencia y acierto que ha merecido pasar a la posteridad como uno de los más ilustres y meritorios gobernantes que tuviera la provincia.

Acreditó su buen criterio con la primera medida que adoptó apenas recibido.


Era práctica establecida por sus predecesores al entrar al gobierno cambiar los tenientes de las ciudades para ocupar a personas de su privanza o que se les recomendaban, lo que traía como era natural, grandes trastornos para la buena administración. En nuevo gobernador no se dejó llevar por ese precedente y confirmó a todos en sus cargos con lo que se captó las simpatías de las personas que los desempeñaban. Ejemplo digno de ser imitado aún ahora por muchos de nuestros gobernantes que por razones políticas remueven de sus puestos a empleados meritorios sin otros motivos fundamentales, que los de los compromisos adquiridos antes o después de su ascensión, en lo que no pocas veces suelen cometer, además de la injusticia que entraña proceder, graves errores de la elección de los sujetos que llevan a cubrir las respectivas plazas, desprovista de experiencia que dan los años de prácticas y del conocimiento de los  asuntos de su incumbencia, echándose encima profundas y numerosas enemistades que fermentando entre los agraviados y los círculos de su relación, producen, el malestar de gran parte de la población.

Por la inhabilidad de Barahona, hallábase el Norte de la provincia como queda referido, infestada por la incursión de bárbaros chaqueños que llegaron hasta pasearse osadamente por la ciudad de Salta, cometiendo toda suerte de fechorías, mientras se hallaba en ella don Esteban de Urizar. Quedó este asombrado de tamaño exceso y sin pérdida de tiempo ordenó se hicieron los aprestos necesarios para llevar la guerra al mismo corazón del Chaco y sujetar a las tribus que lo habitaban. Organizadas las fuerzas que habían de acometer la gran empresa penetraron por varias partes de aquella región, al mando de expertos oficiales y después de rudos encuentras y largas fatigas, lograron recorrer extensas comarcas y dominar a sus feroces moradores, estableciendo varios presidios a medida que se iban internando para asegurar los frutos de la expedición de forma permanente. A los indios del territorio conquistado juntó en una sola reducción que se denominó San Esteban de Miraflores, encargando a los padres de la Compañía de Jesús que la evangelizaran y atendieran lo que efectuaron con tanto celo, que poco tiempo después la había convertido en una floreciente cristiandad.
Dirigía personalmente el gobernador esta conquista, gastando gruesas cantidades de su propio peculio, y con su ejemplo se estimulaban los hombres de guerra y oficiales, emulando entre sí, gloriosas y arriesgadas acciones.

Con tan felices sucesos quedó la provincia tranquila y aseguradas sus fronteras, prosperando en todos los órdenes, a la sombra de su celoso y digno administrador.

Terminando su quinquenio se disponía entregar el mando, cuando un incidente inesperado determinó su permanencia en el cargo. El 12 de junio de 1712 por la noche, víspera de la recepción del nuevo gobernador, la campana mayor de la iglesia matriz de Salta, comenzó a doblar como si una persona principal se hallase en agonía. Extrañado Urizar de aquel toque inesperado, hizo indagar la causa, resultando de sus averiguaciones que algún sujeto desconocido había pretendido con esa demostración significar el placer que  le causaba la expiración de su período. Profundo pesar le causó aquella intención maligna y herido en su amor propio muy justamente, puesto que sólo motivos de gratitud había dado a sus subordinados, trató sucesor y obtuvo de él una suma de dinero, probablemente el cediese su derecho para seguir en el gobierno. Pidió luego al Rey aprobación de aquella transferencia que no sólo vino en confirmarla sino que se la concedió en carácter vitalicio.
Recibió con esto grande alegría todo el Tucumán y no tuve que arrepentirse de ella, pues don Esteban, supo corresponder las esperanzas de sus gobernados y el afecto que le demostraron.

Atendía con amable deferencia a cuantos acudían a él, sin distinción de clases ni de personas. Era recto en su justicia, moderado en sus costumbres y sinceramente cristiano en sus procederes. Atendió con gran celo a la conversión de los infieles, enviándoles misioneros que los doctrinasen y consiguiendo atraer un gran número de ellos a la fé Católica.

Sus bienes no teniendo herederos a quien dejarlos, sino un hijo natural, fruto de sus pasiones juveniles allá en las guerras de Italia, los destinó a obras piadosas y a construir el convento de la Merced y el Colegio de Jesuitas, donde dispuse que lo enterrasen a su muerte que acaeció en 4 de mayo de 1724, sumiendo a todos en gran consternación.

El Gobernador contra el comercio ilegal

El 3 de octubre de 1708, fechado en la ciudad de Salta donde residía, el gobernador de Tucumán, don Alejandro de Urizar y Arespacochaga, emitió un extenso auto, dirigido a los Cabildos de su jurisdicción. El de San Miguel de Tucumán, ni bien recibió el documento, lo hizo publicar en la plaza "a son de caja y pregonero", el día 21.

El gobernador llamaba la atención sobre diversas "desordenes" acaecidos en sus ámbitos. Algunos infringían el estricto sistema de monopolio establecido por la corona. Percibía, por ejemplo, "muchos excesos en el comercio de géneros prohibidos", ya que se introducían al Tucumán mercancías llegadas en "las naves francesas, por los puertos del Sud o por cualesquiera partes".
En consecuencia, mandaba que aquellas introducciones ilegales "se declaren por perdidas, con más las penas en tales casos impuestas a los mercaderes dueños de recuas, carretas, arrieros, carreteros y conductores".

Ordenaba que, en adelante, los comerciantes que vengan del Perú no usarán "más camino que el que viene derecho a la ciudad de Jujuy, en cuya Real Aduana se presentarán". Y los que vinieran del Río de la Plata y Paraguay, no usarán más que "el camino real de carretas y el que llaman de la puerta de Choromoros, que viene derecho a la ciudad de Salta".

Allí, mandaba, "se presentarán ante mí, y en mi ausencia ante mi lugarteniente, antes de tomar casa, tienda ni aposento". Esto, bajo "pena de perdimiento de los bienes que trajesen y de las mulas y recuas que los condujeran".

Artículo relacionado: Los Urizar

Fuentes:
1. Archivo Diocesano de Bilbao
2. Álbum General de la Provincia de Tucumán 1816-1916
4. PARES - ES.28079.AHN/1.1.13.8.4//OM-CABALLEROS_SANTIAGO,Exp.8345 – 1692
5. PARES - ES.41091.AGI/23.15.123//INDIFERENTE,123,N.161 – Méritos
6. Andrés A. Figueroa, Revista de la Universidad Nacional de Córdoba,año 8, nº 2 abril de 1921
7. Actas de la XI Reunión Americana de Genealogía

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